Historia de Antequera

Las características naturales de la Depresión de Antequera han hecho de ella lugar de tránsito y asentamiento de las distintas comunidades primitivas que desde el Paleolítico Medio se establecieron en la Península Ibérica. La Edad del Bronce, sin embargo, es la que nos ha dejado los más importantes restos prehistóricos como son el Conjunto Dolménico de Menga, Viera y El Romeral, fechado entre el 2.500 y 2.000 años a.d.c.

En lo que hoy es el cerro calizo sobre el que se asienta el Castillo árabe de la ciudad, existió un núcleo fortificado ibérico que posteriormente se transformó en la Antikaria romana. En la Colegiata de Santa María recientemente aparecieron en este lugar los restos del histórico municipio romano.

Desde el siglo IV y hasta los comienzos del siglo XV, no tenemos demasiada documentación sobre Antequera, sin embargo la llegada de los árabes a la que pusieron el nombre de Medina Antaqira abre una nueva época de conflictos consecutivos tras la caída de los omeyas cordobeses.

Desde mediados del siglo XIII, una vez conquistadas Sevilla y Jaén, es cuando Antaqira comenzó a tener importancia como fortaleza militar fronteriza. Los monarcas castellanos comprendieron su condición de llave del reino de Granada y como tal intentaron conquistarla en distintos momentos. Finalmente sería el Infante Don Fernando "el de Antequera" el que la tomaría definitivamente el 16 de septiembre de 1.410.

Las incorporaciones de Sevilla y Granada (1.492) a la Corona de Castilla cambiaron la condición de plaza militar de Antequera por zona de expansión urbanística y demográfica. En un tiempo inferior a veinte años pasó de tener algo más de 2.000 habitantes a cerca de 15.000. La feracidad de sus tierras, que podían ser cultivadas sin el peligro a los ataques musulmanes, fue lo que originó esta oleada migratoria. Al igual que la agricultura, las actividades artesanales y mercantiles comienzan a tener importancia.

En el siglo XVI, Antequera, llegó a convertirse en una de las más importantes ciudades de Andalucía por su gran actividad comercial, ya que se regulaba el tráfico de mercancias entre los ejes Sevilla-Granada y Málaga-Córdoba.

La fundación por los Reyes Católicos de la Colegiata de Santa María la Mayor, tendría una gran importancia para la vida cultural antequerana. En la misma radicaba una Cátedra de Gramática y Latinidad por la que pasaron los más doctos preceptores, como Juan de Vilches, que propiciaron la gestación del Grupo Poético antequerano del manierismo y el barroco.

La Antequera artística, va acumulando un riquísimo Patrimonio. En este período se construyen las parroquias de San Sebastian, San Juan Bautista y san Pedro, San Isidro y Santa María de la Esperanza. Las órdenes religiosas también comienzan a fundar en Antequera. Los conventos de San Zoilo, San Agustín, el Carmen, la Encarnación van levantando sus muros en una auténtica fiebre constructiva. Junto a las construcciones religiosas también van apareciendo edificios civiles de importancia, tales como: Edificio Municipal, Arco de los Gigantes, Templete del Castillo del Papabellotas, Casa del Cabildo de la Plaza Alta, etc.

En los aspectos artísticos, el siglo XVII en Antequera está marcado por el manierismo y el barroco, que serán los estilos más definitorios de la estética antequerana. Se construyen las iglesias de la Trinidad, Jesuítas (Loreto), y Santo Domingo; y se inician las de Belén, San Juan de Dios y los Remedios. Entre los siglos XVII y XVIII se levanta uno de los monumentos más emblemáticos del barroco antequerano: La Torre de la Colegiata de San Sebastián.

El siglo XVIII una agricultura en auge y una importante actividad artesanal y comercial hacen que Antequera viva el mejor momento de su historia. Por otra, la demanda de obras de arte por parte de la iglesia impulsó la formación de una escuela local de artistas, cuya producción iba destinada en muchas ocasiones a las poblaciones cercanas de las provincias de Córdoba, Sevilla, Málaga.

La Antequera del siglo XVIII en lo artístico es la de las iglesias de blancas y rizadas yeserías, los exteriores de ladrillo y los interiores ultradecorados; de las remodelaciones urbanísticas; la de las Cofradías y devociones a imágenes muy concretas. Se levantan ahora las iglesias de la Victoria, las Descalzas, Santa Catalina, Madre de Dios, Santa Eufemia, Santiago, Santa Clara, la Caridad, la Escuela de Cristo, San Miguel, etc. Todas estas construcciones tenían que ser decoradas de retablos, imágenes y lienzos. Tampoco podemos olvidar la importancia de los plateros antequeranos, que en este siglo se agremian en torno a la Cofradía de San Eloy.

Existe una arquitectura popular de características peculiares, construyéndose además por la nobleza antequerana palacios y casonas de gran belleza. Algunos de ellos son: el palacio del Marqués de Villadarias, del Conde de Pinofiel, del Conde de Colchado, del Conde de Valdellano, del Barón de Sabasona, etc.

En el siglo XIX a causa de una epidemia de fiebre amarilla comienza un descenso demográfico (1.804). En 1.830 empieza la recuperación, con el consiguiente aumento del número de habitantes y la importante reactivación que sufren las actividades económicas. En la agricultura desaparecerían los propietarios jurídicos, sustituidos por una burguesía agraria favorecida por una coyuntura agraria que empezaba a compartir con miembros de la antigua nobleza el poder político local. Esta burguesía tomará la iniciativa de una considerable actividad industrial, partiendo de las actividades artesanales, especialmente la textil lanera.

A mediados de la década del ochocientos casi un 25% de la población activa dependía de la elaboración de los tejidos de lana, que se comercializaron por toda España.

En el siglo XIX el arte religioso, que tanta importancia tenía, prácticamente desaparece y la arquitectura civil enfila hacia un academicismo de corte burgués y ecléctico.

Nuestro siglo comienza en Antequera con una estructura de la propiedad desequilibrada, un sector primario de carácter extensivo y progresivamente especializado en el cultivo cerealístico y olivarero, y cada vez menos competitiva.

Tras la guerra civil vive momentos de declive económico en medio de enormes miserias sociales. Los años sesenta traerán una fuerte emigración, sufriendo la población un momento de considerable regresión.

La Antequera actual vive un momento expansivo, con una agricultura modernizada y una actividad industrial en  constante crecimiento.